Nos ha dejado el magnífico y fascinante fotógrafo de Magnum Sergio Larraín. Y hoy quiero dejaros aquí una carta que le escribió en 1982 a su sobrino dándole algunos consejos, ya que se interesaba por la fotografía. Desde luego es una disertación magistral que suscribo punto por punto. Espero que os guste.
D.E.P. Sergio Larraín (1.931 - 2.012)
“Miércoles.
Lo primero de todo es tener una máquina que a uno le guste, la que más le guste
a uno, porque se trata de estar contento con el cuerpo, con lo que uno tiene en
las manos y el instrumento es clave para el que hace un oficio, y que sea el
mínimo, lo indispensable y nada más. Segundo, tener una ampliadora a su gusto,
la más rica y simple posible (en 35 mm. la más chica que fabrica LEITZ es la
mejor, te dura para toda la vida).
El juego es partir a la aventura, como un velero, soltar velas.
Ir a Valparaíso, o a Chiloé, por las calles todo el día, vagar y vagar por
partes desconocidas, y sentarse cuando uno está cansado bajo un árbol, comprar
un plátano o unos panes y así tomar un tren, ir a una parte que a uno le
tinque, y mirar, dibujar también, y mirar. Salirse del mundo conocido, entrar
en lo que nunca has visto, DEJARSE LLEVAR por el gusto, mucho ir de una parte a
otra, por donde te vaya tincando. De a poco vas encontrando cosas y te van
viniendo imágenes, como apariciones, las tomas.
Luego que has vuelto a la casa, revelas, copias y empiezas a
mirar lo que has pescado, todos los peces, y los pones con su scotch al muro,
los copias en hojitas tamaño postal y los miras. Después empiezas a jugar con
las L, a buscar cortes, a encuadrar, y vas aprendiendo composición, geometría.
Van encuadrando perfecto con las L y amplias lo que has encuadrado y lo dejas
en la pared. Así vas mirando, para ir viendo. Cuando se te hace seguro que una foto
es mala, al canasto al tiro. La mejor las subes un poco más alto en la pared,
al final guardas las buenas y nada más (guardar lo mediocre te estanca en lo
mediocre). En el tope nada más lo que se guarda, todo lo demás se bota, porque
uno carga en la psiquis todo lo que retiene.
Luego haces gimnasia, te entretienes en otras cosas y no te
preocupas más. Empiezas a mirar el trabajo de otros fotógrafos y a buscar lo
bueno en todo lo que encuentres: libros, revistas, etc. y sacas lo mejor, y si
puedes recortar, sacas lo bueno y lo vas pegando en la pared al lado de lo
tuyo, y si no puedes recortar, abres el libro o las revistas en las páginas de
las cosas buenas y lo dejas abierto en exposición. Luego lo dejas semanas,
meses, mientras te dé, uno se demora mucho en ver, pero poco a poco se te va
entregando el secreto y vas viendo lo que es bueno y la profundidad de cada
cosa.
Sigues viviendo tranquilo, dibujas un poco, sales a pasear y
nunca fuerces la salida a tomar fotos, porque se pierde la poesía, la vida que
ello tiene se enferma, es como forzar el amor o la amistad, no se puede. Cuando
te vuelva a nacer, puede partir en otro viaje, otro vagabundeo: a Puerto
Aguirre, puedes bajar el Baker a caballo hasta los ventisqueros desde Aysén; Valparaíso
siempre es una maravilla, es perderse en la magia, perderse unos días dándose
vueltas por los cerros y calles y durmiendo en el saco de dormir en algún lado
en la noche, y muy metido en la realidad, como nadando bajo el agua, que nada
te distrae, nada convencional. Te dejas llevar por las alpargatas lentito, como
si estuvieras curado por el gusto de mirar, canturreando, y lo que vaya
apareciendo lo vas fotografiando ya con más cuidado, algo has aprendido a
componer y recortar, ya lo haces con la máquina, y así se sigue, se llena de
peces la carreta y vuelves a casa. Aprendes foco, diafragma, primer plano,
saturación, velocidad, etc. aprendes a jugar con la máquina y sus
posibilidades, y vas juntando poesía (lo tuyo y lo de otros), toma todo lo
bueno que encuentres, bueno de los otros. Hazte una colección de cosas óptimas,
un museíto en una carpeta.
Sigue lo que es tu gusto y nada más. No le creas más que a tu
gusto, tú eres la vida y la vida es la que se escoge. Lo que no te guste a ti,
no lo veas, no sirve. Tú eres el único criterio, pero ve de todos los demás.
Vas aprendiendo, cuando tengas una foto realmente buena, las amplias, haces una
pequeña exposición o un librito, lo mandas a empastar y con eso vas
estableciendo un piso, al mostrarla te ubicas de lo que son, según lo veas
frente a los demás, ahí lo sientes. Hacer una exposición es dar algo, como dar
de comer, es bueno para los demás que se les muestre algo hecho con trabajo y
gusto. No es lucirse uno, hace bien, es sano para todos y a ti te hace bien
porque te va chequeando.
Bueno, con esto tienes para comenzar. Es mucho vagabundeo, estar
sentado debajo de un árbol en cualquier parte. Es un andar solo por el
universo. Uno nuevamente empieza a mirar, el mundo convencional te pone un
biombo, hay que salir de él durante el período de fotografía.”